jueves, diciembre 31, 2009

El relato perdido

Hace algunos días, me llamaron de una reconocida publicación gráfica con un particular pedido. Querían que escriba un capítulo de los Simpsons imaginario, pero en formato de cuento breve. Esto se realiza muchas veces en Estados Unidos: el público escribe material de una serie o película que no pertenece al canon oficial del producto, y se lo denomina “fan fiction”. A la ya compleja petición, se le agregaba un plus: el relato debía tener algún guiño que lo relacione con Todos Contra juan. Una especie de crossover alegórico. Y una limitación: no más de 4000 caracteres. Finalmente, el cuento no se publicó por una serie de razones que no explicaré. Así que antes de darle un final prematuro en las garras de la papelera de reciclaje, pensé que podía otorgarle una última chance de lectura por este medio. Ahí va.

“El regreso del ídolo”. Fan Fiction de The Simpsons por Gabriel Nesci.

- “La ciudad entera está expectante frente al televisor, a instantes del acontecimiento deportivo del siglo. Nuestro equipo de baseball, los Isótopos de Springfield, está en la final de la liga nacional, para enfrentarse con los Yankees en Nueva York.” – anuncia el periodista Kent Brockman en el noticiero del Canal 6.

- ¿Era necesario que te tomes el día en el trabajo por un partido que empieza a las 8 de la noche? – le comenta Marge a Homero, al verlo instalado estoicamente en el sillón frente al televisor, con varias docenas de paquetes de snacks alineados prolijamente frente a él.
- Tuve que organizar los snacks alfabéticamente, para poder acceder a ellos con más facilidad, y no tener que sacar la mirada del televisor ni un segundo. – replica Homero. - Además, no te preocupes. Mi ausencia en la planta nuclear no va a causar ninguna consecuencia.

En realidad, de haber concurrido a su trabajo, su tarea del día hubiera sido chequear uno de los generadores, que no estaba funcionando correctamente. Ahora, a minutos del comienzo del partido, un grave desperfecto en ese generador desencadena una fulminante sobrecarga de energía, que resulta fatal para los delicados equipos de la planta transmisora de televisión por cable, ubicada sólo a un par de cuadras. La consecuencia, es la interrupción del servicio para todos los usuarios de la ciudad.

La reacción general es de desesperación e impotencia al contemplar la gris y vacía interferencia en los televisores. No hay señal en ningún canal.
A excepción de una austera emisora local de aire, de nombre “Retroshows”, donde se ven series de antaño. Sin otra alternativa, los habitantes de Springfield, en la espera de un milagro que restituya la transmisión deportiva, sintonizan una precaria sitcom de los 80, llamada “Mi Marido Es Mi Propia Esposa”, protagonizada por un joven Troy McClure. Su punto álgido es la frecuente irrupción de un torpe personaje secundario, interpretado por un desconocido actor de nombre Víctor Peza. Este sujeto de tupidos bigotes, continuamente sufre resbalones y tropiezos, que le provocan una caída seca al piso, luego de la cual exclama su frase habitual: “No soy torpe, es el efecto de la gravedad…” Y el público presente estalla en una carcajada, no importa cuántas veces se repita el gag.
Lo mismo sucede con los hasta ahora resignados habitantes de Springfield, que rapidamente olvidan el partido de baseball, y se entregan a la risa gracias a las torpezas de Víctor. Bart se acerca a la pantalla con suspicacia.
- Hay algo muy familiar en ese hombre. Se parece misteriosamente a… papá.
- Después de más de 20 años, pensé que nunca tendría que contarles esto. Pero tuve mis 15 minutos de fama en mi adolescencia gracias a esta horrible serie. Los productores me hicieron cambiar mi nombre a Víctor Peza. – confiesa Homero ante la mirada extrañada de su familia, mientras saca de su billetera el ya añejo bigote postizo que caracterizara a su personaje.

Es un nuevo día, y ya reestablecida la transmisión televisiva, la voz del periodista Brockman se hace eco de la nueva noticia.
- La ciudad se quedó sin ver la final de baseball anoche, pero hay un lado positivo: Springfield tiene un nuevo ídolo: el desopilante Víctor Peza.
Enseguida, ostentando un histrionismo de dudosa calidad, Brockman finge una forzada caída, luego de la que exclama a cámara: “No soy torpe, es el efecto de la gravedad…”

La sorpresa de Homero es abrumadora al observar la reacción que ha causado su aparición televisiva en la calle. La gente usa remeras con su rostro, e inscripciones de frases evocativas. Los oportunistas ya están vendiendo en improvisados puestos callejeros el merchandising del personaje, que incluye bigotes postizos, llaveros y posters desplegables.

- Hay que explotar este suceso, Homero – le recomienda Bart. – Deberías usar ese bigote.
En un movimiento épico que bien podría remitir a Clark Kent quitándose sus lentes para convertirse en Superman, Homero busca en su billetera el bigote postizo, y se lo coloca. Inmediatamente, los transeúntes lo reconocen, al grito de “¡Es el mismísimo Víctor Peza, en persona!”. Y se abalanzan sobre él descontroladamente en busca de autógrafos, generando escenas no vistas desde la Beatlemanía.

Homero disfruta ampliamente de su repentino reconocimiento popular, especialmente por las ventajas que trae aparejadas. Las mujeres lo encuentran inusualmente atractivo, el jefe de policía Gorgory le perdona una multa por exceso de velocidad, a cambio de oír la ya popular frase; y lo más importante: en los restaurantes insisten en no cobrarle la cuenta.

- “Declaro a este, el día oficial de Víctor Peza” – anuncia el Alcalde Diamante en un acto público, con una eufórica respuesta de la multitud. Homero, caracterizado como el personaje, acepta el honor con emoción.

- Familia, Homero Simpson ya no existe. – avisa Homero en el living de su casa. - De hoy en adelante, seré Víctor Peza para todos. Eso los incluye a ustedes.
- Es ridículo, Homero. No puedes tomar la identidad de un personaje de ficción.
- Marge, el mundo ignora a Homero, pero ama a Víctor.
El timbre interrumpe su firme discurso. Son tres hombres de traje y miradas oscuras.
- Señor Peza, somos de la Dirección Impositiva. Descubrimos que usted tiene una deuda impaga de 1987, por un valor de 18 dólares. Que con intereses, asciende hoy a unos… 293.587 dólares.

Homero, con solemnidad, y ya sin su bigote, hace un sentido anuncio ante una muchedumbre de consternados habitantes de Springfield reunidos en la plaza.
- Con mucho dolor, les informo que el señor Víctor Peza ha muerto de un sorpresivo paro cardíaco. Llevémoslo eternamente en nuestros corazones. Y cada vez que alguien caiga al piso, su inmortal espíritu estará presente.

- Es una sabia decisión, Homero. – le comenta Marge al oído.
- No sé. Me siento culpable por dejar a toda esta gente sin su ídolo. Nadie va a volver a despertarles ese fanatismo.

- ¡Miren todos! – exclama una voz anónima entre la gente. - ¡Aquí hay un hombre capaz de tocar sus orejas con su propia lengua!
Rápidamente, todos se amontonan para observar la proeza de este, hasta ahora, desconocido habitante, dejando atrás en un abrir y cerrar de ojos, las entrañables memorias de Víctor Peza.

Comienzos

Quedan algunas horas de este 2009, y por algún motivo me pareció una buena idea arrancar esta vía de comunicación. Veremos en qué se transforma.